Nací en Smara, en el territorio ocupado. En la escuela nos peleábamos con los niños marroquíes todo el tiempo. También tuve algunos amigos marroquíes, pero eran niños que creían en un Sáhara libre. Un día escuché en la radio que los soldados marroquíes habían capturado muchos, habían cruzado el muro y los había llevado a Smara. Muchos fuimos a verlos y me sentí fatal cuando vi a mujeres llorando porque los marroquíes no les daban agua ni alimentos y cada día, uno de ellos moría. El camello es muy importante en nuestra cultura y es amigo de los saharauis desde hace mucho tiempo. Los marroquíes lo hicieron para herir a nuestro pueblo. Después de tres meses los camellos eran auténticos esqueletos así que, junto a tres amigos, decidimos liberarlos de ese sufrimiento.
Estuvimos observando la rutina de los marroquíes durante una semana y, una noche, saltamos la pared hasta el patio donde los camellos estaban retenidos. Redujimos al guardia, pero como no tenía las llaves tuvimos que levantar la puerta nosotros mismos. Liberamos primero al camello más grande y el resto le siguieron, habría unos 150. De pronto, dos marroquíes nos descubrieron y supimos que los soldados nos perseguirían, así que acordamos dividirnos en cuatro grupos y encontrarnos al día siguiente.
Queríamos enviar los camellos de vuelta al territorio liberado, así que llevé mi grupo a un valle en el que las lluvias se han llevado el muro y las minas y conduje a los camellos hacia el valle para que pudieran cruzar. Regresé para encontrarme con mis amigos. Nos escondimos entre los árboles todo un día porque escuchamos el sonido de un helicóptero y varios vehículos. Por la noche nos encontramos a un beduino que nos dijo que los marroquíes estaban buscando a las personas que habían liberado a los camellos. Fue entonces cuando decidimos que debíamos atravesar el muro e ir a la parte del Polisario, porque si nos descubrían nos llevarían a la cárcel.
Pedimos al beduino que nos ayudara a cruzar el muro y caminamos durante dos días hasta llegar a un lugar por donde se podía cruzar. El muro está formado, en realidad, por tres muros. Atravesamos los dos primeros con facilidad, pero al ir a superar el tercero, un soldado marroquí apareció con una luz y nos descubrió. Empezó a gritar, así que saltamos el muro con alambre de espino y corrimos sin pensar siquiera en las minas. Teníamos muy poca agua y ni la menor idea de cómo encontrar al Polisario. Nos encontramos a un beduino que nos acogió en su casa y aceptó llevarnos hasta el Polisario.
Cuando llegamos a los campamentos todo el mundo conocía la historia y fuimos recibidos como héroes. Nos reunimos con el presidente y comimos en su casa. En el territorio ocupado todas las noticias hablaban sobre los niños que habían liberado a los camellos. Finalmente lograron cruzar 60 camellos. Tenía sólo diecisiete años entonces. En Marruecos fuimos condenados, en ausencia, a diez años de cárcel. Llevo en los campamentos desde hace seis años y me considero afortunado de tener la oportunidad de venir. El primer año me sentía sin hogar y extrañaba a mi familia, pero encontré un gran respeto por parte de la población saharaui. Ahora soy periodista, trabajo y conozco a gente de muchos lugares el mundo. En mi opinión, la política no nos conducirá a nada, debemos volver a la guerra. Sería el primero en coger un Kaláshnikov e ir al frente para luchar contra la ocupación. No he visto a mi familia en seis años, esta es la parte más difícil. Espero poder ver a mis padres antes de morir... porque... (su voz se desvanece) espero... |