Nací en El Aaiún en 1975. Recuerdo que mi madre tenía que conseguirnos comida porque los marroquíes habían encerrado a mi padre. No sabíamos si estaba vivo o muerto. Sólo tenía seis años. Estuvo encarcelado desde 1981 hasta 1991. Recuerdo cuando salió y dijo que estaría de vuelta muy pronto y no lo vimos durante diez años. Fue detenido porque solía hablar de la independencia y era un artista del Polisario.
Tocaba en un grupo de música muy popular entre los saharauis llamado 'Estrellas de Saguia el Hamra’. Teníamos canciones que hablaban sobre la causa saharaui, con mensajes para nuestro pueblo pero de una manera sutil. Algunos saharauis que trabajan para el Gobierno marroquí les hablaron de nuestras canciones y, desde entonces, los miembros del grupo no pudimos vivir, ni volver a tocar allí porque nos hubieran detenido. Dos muchachos del grupo huyeron en una pequeña barca a las Islas Canarias. Fue en diciembre de 2000. Vivía en una casa de la que no podía salir, así que un miembro de mi familia se ofreció a llevarme hasta el muro. Había dos amigos que iban a cruzar conmigo. Sabíamos que era como ir hacia el infierno, pero después del fuego habría agua y, de todas maneras, vivir allí [en El Aaiún] era vivir en el infierno.
Nos dirigimos a las afueras de Smara y caminamos durante un día. Por la noche pudimos ver a los soldados marroquíes en el muro. El muro está formado, en realidad, por cuatro muros pequeños. Si no dispones de información es imposible cruzarlos. Atravesamos el primer muro sobre una colina. Después de superar el segundo muro empezamos a escuchar ladridos de perros y supimos que estábamos cerca de la base. Escuchábamos a los perros por todos lados, sabíamos que la base estaba allí y que no podíamos ir hacia otro lugar.
Nos encontramos con una base situada en las colinas a unos cien metros de distancia. Nos detuvimos. No podía hablar ni fumar. Como no vimos a los soldados supimos que estaban durmiendo. Empezamos a caminar muy lentamente y vimos el último muro. Tenía alrededor de dos metros de altura y estaba levantada con ladrillos. Vimos los puestos de vigilancia vacíos. Un amigo ascendió primero y, después, trepé yo y caí en el otro lado. Me enredé en alambre de espino y me herí. Hice mucho ruido. Los soldados marroquíes se despertaron y empezaron a gritar. El último amigo tuvo el mismo accidente que yo y mi pierna quedó atrapada en las espinas de alambre. Como era de noche, los marroquíes no podían vernos por lo que no podían dispararnos. Mi amigo me ayudó porque no podía caminar Estábamos en el campo de minas, y nos pusimos a seguir el cauce del río porque sabíamos que el agua las habría arrastrado. Miramos hacia atrás y pudimos ver las luces y mucha actividad en el muro. No podíamos dejar caminar en toda la noche y encontramos marcas de neumáticos en el suelo. Dormimos durante una hora y comenzamos a seguir las huellas. Teníamos muy poca agua. Los soldados del Polisario encontraron nuestras huellas y las siguieron hasta dar con nosotros. Estábamos tan contentos que tiramos la última reserva de agua en el aire. Nos dieron la bienvenida y nos llevaron a la base.
Crucé el muro para continuar mi revolución porque allí ya no podía hacer nada. Tengo amigos aquí y hasta un nuevo grupo con el mismo nombre con el que escribimos canciones acerca de la revolución saharaui. La vida en los campamentos es muy complicada, aquí nada es fácil, nada es natural. Encontré a ‘mi mitad’ en los campos de refugiados. Mi abuela, mi abuelo y mis tíos están en los campamentos así que la mitad de mí ya estaba aquí. Pero ahora mi padre está allí [en los territorios ocupados]. Si tengo hijos, tendrán a su abuelo en los territorios ocupados y el círculo volverá a repetirse. Así es la vida saharaui, la mitad aquí y la otra mitad allí.
Sólo pensamos en la independencia, pero la pregunta es ¿Cómo podemos conseguirla?, La única manera es volver a la guerra. Tenemos el plan de paz de Naciones Unidas. La ONU no está haciendo nada. El alto el fuego es sólo para eliminar a la población saharaui. Los grandes países no ayudarán a nuestro pueblo porque no tenemos nada que darles. Por supuesto, envían ayuda humanitaria, pero al final sólo se ayudan a sí mismos. El pueblo saharaui está aquí sin hacer nada, sólo esperando la batalla. El mensaje que el mundo nos envía es que debemos volver a la guerra, entonces el mundo dirá: "¡Ah Sáhara Occidental debemos hacer algo por ellos!" |