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Lahbieb Embarek Ahmed


47 años Camellero, fotografiado en el desierto, cerca de los campamentos de refugiados saharauis, Argelia.

 

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Nací en Farsia, en 1962. De lo único que sé es de camellos. Siempre he vivido junto a ellos. Empecé a cuidarlos cuando era muy pequeño. Me gusta atenderlos y a veces, cuando recorren grandes distancias, he tenido que sujetar el recipiente con leche con mis dientes y darles de beber para poder alimentarles. Los camellos tienen múltiples utilidades, no sólo para beber la leche que dan o comer su carne, también los usamos para preparar remedios... Así, para tratar algunas enfermedades añadimos aceites de camello a la leche y la bebemos. Y si están enfermos sé cómo curarlos. Si el camello no quiere comer, mezclo un lagarto con algunas plantas y se lo doy como alimento.

Teníamos un centenar de camellos. Es difícil cuidar de ellos. En verano los dejamos ir porque sabemos que regresan a la fuente dos días después y no tienes que preocuparte por ellos. En el invierno hay que mantenerlos juntos porque es cuando tienen crías. El camello es un buen amigo de los humanos. Cuando estás solo en el desierto, sin nadie, tienes que aprender a llevarte bien con ellos. Pueden oler a sus propietarios y reconocer sus olores, cuando existe esa relación con el animal puedes tocarle, hacer que venga y que se siente fácilmente. En la época de apareamiento el macho se convierte en agresivo y pelea con los otros machos e incluso para el dueño es complicado acercarse a él.

Un camello macho tiene un valor aproximado de 80.000 dinares (700 euros), por una camella se pagan unos 30 o 40.000 dinares; hay más carne en el macho. Estoy criando a estos camellos para el Ramadán, los mataremos por el pueblo saharaui, y comeremos y celebraremos el final del Ramadán. No todo el mundo puede matar a los camellos, pero yo puedo permitírmelo. Mi tierra es muy bonita, pero soy como los demás, lo que les pase a ellos, me pasará a mi. Estoy con la mayoría, si eligen ir a la guerra, yo estoy con ellos.