Nací en 1963 en Wagcedhi. Era joven cuando nos invadieron, pero recuerdo lo qué pasó. Vi a mis vecinos siendo forzados a abandonar sus hogares y a mujeres y niños caminando y viajando camiones. Marruecos ocupó nuestras ciudades de forma brutal. Huí con mis hermanos. Mi padre luchaba para proteger a las personas cuando salían del territorio. Empleamos más de un mes caminando en llegar a los campamentos. Viajamos de un sitio a otro y muchas personas murieron.

A finales de 1981me uní al Polisario y me convertí en un soldado. En mi primer día en la guerra fuimos atacados por un avión marroquí y nos dispersamos. Alguien disparó al avión con una pistola normal y ¡el avión cayó! El piloto se tiró en paracaídas y lo capturamos. Cada día sucedía algo. No creía que pudiera morir, sé que el único que puede matar a alguien es Dios, no los soldados marroquíes. Nunca creí que pudieran matarme o hacerme algo, tengo una fuerte creencia religiosa y Dios es lo único que temo.

Estábamos contentos con el alto el fuego. No sabía mucho de las Naciones Unidas y la misión de mantenimiento de paz que se desplegó, pero estábamos contentos porque habíamos luchado desde 1975 y si había algo que podía ayudarnos a conseguir la independencia, estábamos preparados para ello. Pero no pasó nada. Sólo algún intercambio de presos y algunas medidas para fomentar la confianza. Nuestro único objetivo no se ha conseguido y nuestra paciencia se ha agotado. Todo lo que queremos es un estado libre, sin interferencias. Queremos ser como Argelia o Mauritania, con instituciones, políticos, con nuestra propia Constitución, ¿Por qué no? No vamos a aceptar ser controlados por otros, para mí la lucha es mejor que nada.