Nací en 1978 en El Aaiún ocupado. Cuando éramos niños en la escuela ya sentíamos la discriminación de Marruecos contra la población saharaui. Los maestros prestaban más atención a los niños marroquíes de manera que nos sentimos diferentes, sabíamos que no eran como nosotros y que tenían una cultura extraña.
Comencé a involucrarme en la Intifada en 1999. En 2001 creamos una organización llamada ‘Turbaners’ y empezamos a distribuir panfletos exigiendo el derecho a la autodeterminación y pidiendo al pueblo saharaui que se uniera a la revuelta y participara en las manifestaciones contra Marruecos. También distribuimos folletos a los marroquíes, informándoles de que son colonos y que deberían regresar a casa.
Nuestros principios eran que la Intifada fuera pacífica, hicimos banderas nacionales y las colgamos en las instituciones marroquíes. También llevamos a cabo manifestaciones que duraban dos minutos, llevando banderas y gritando consignas, y nos dispersábamos antes de que la policía pudiera detenernos. Era importante para el pueblo saharaui saber que había hombres valientes preparados para luchar [por la causa]. Después, cambiamos de estrategia y consideramos a los colonos como víctimas de las autoridades marroquíes, por lo que el objetivo pasó a ser la policía marroquí. Quemamos una comisaría de policía. Marruecos comenzó a pensar que todo esto podría convertirse en algo más grande y a preocuparse pensando que el Polisario estuviera involucrado.
En 2002, organizamos una gran manifestación en El Aaiún y perturbamos el desarrollo de las elecciones. Marruecos descubrió nuestra red y comenzó a arrestar a algunos de nuestros activistas. Sabía que iban a venir a por mí así que escapé al desierto, pero arrestaron a mi padre y decidí entregarme. Fui condenado a diez años. Me vendaron los ojos y me dejaron desnudo en una celda durante cinco días. Usaron todo tipo de tortura. Querían saber si estaba con el Frente Polisario, pero les dije que no.
Pasé un año y tres meses en la ‘Prisión Negra’ de El Aaiún. Los dirigentes del Polisario y organizaciones internacionales como Amnistía Internacional y Human Rights Watch llevaron a cabo campañas para que liberaran a todos los presos saharauis en Marruecos y consiguieron ejercer una gran presión sobre Marruecos. Yo fui uno de los doce saharauis que recibieron un indulto real en 2004.
Después de ser puesto en libertad me uní a los defensores de los derechos humanos y a un comité para proteger a los presos saharauis. Escribimos boletines de noticias, declaraciones, asistimos a los procesos de liberación y acogemos a observadores internacionales. Nos enfrentamos a intimidación de Marruecos.
En 2006 me detuvieron de nuevo y fui acusado de ser miembro de una organización ilegal. Me condenaron a un año y medio. Tras mi liberación he continuado mi trabajo aunque me acosan a diario. Me confiscaron mi pasaporte y, hace poco, incluso dos observadores de derechos humanos fueron expulsados de mi hogar. A veces siento que estaba más seguro dentro de la cárcel que fuera, al menos en el interior hay guardias, pero fuera [Marruecos] podría contratar a alguien para matarme.
Nuestra vuelta a la guerra será legal porque la comunidad internacional no desea resolver este problema y no es aceptable vivir con palizas, secuestros y asesinatos. Padecemos no solo la injusticia de Marruecos sino también el mutismo de la comunidad internacional. Acabaremos con este silencio el día que volvamos a las armas. Podría ocurrir esta noche. |