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Ahmed Sbaai
31 años
Secretario general de la Liga Saharaui para la Protección de los Prisioneros Políticos encarcelados en Marruecos, defensor de los derechos humanos, líder de la Intifada, en la foto en las calles de la ciudad de El Aaiún, en el Sahara Occidental controlado por Marruecos.

 

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Nací en 1978 en El Aaiún ocupado. Cuando éramos niños en la escuela ya sentíamos la discriminación de Marruecos contra la población saharaui. Los maestros prestaban más atención a los niños marroquíes de manera que nos sentimos diferentes, sabíamos que no eran como nosotros y que tenían una cultura extraña.

Comencé a involucrarme en la Intifada en 1999. En 2001 creamos una organización llamada ‘Turbaners’ y empezamos a distribuir panfletos exigiendo el derecho a la autodeterminación y pidiendo al pueblo saharaui que se uniera a la revuelta y participara en las manifestaciones contra Marruecos. También distribuimos folletos a los marroquíes, informándoles de que son colonos y que deberían regresar a casa.

Nuestros principios eran que la Intifada fuera pacífica, hicimos banderas nacionales y las colgamos en las instituciones marroquíes. También llevamos a cabo manifestaciones que duraban dos minutos, llevando banderas y gritando consignas, y nos dispersábamos antes de que la policía pudiera detenernos. Era importante para el pueblo saharaui saber que había hombres valientes preparados para luchar [por la causa]. Después, cambiamos de estrategia y consideramos a los colonos como víctimas de las autoridades marroquíes, por lo que el objetivo pasó a ser la policía marroquí. Quemamos una comisaría de policía. Marruecos comenzó a pensar que todo esto podría convertirse en algo más grande y a preocuparse pensando que el Polisario estuviera involucrado.

En 2002, organizamos una gran manifestación en El Aaiún y perturbamos el desarrollo de las elecciones. Marruecos descubrió nuestra red y comenzó a arrestar a algunos de nuestros activistas. Sabía que iban a venir a por mí así que escapé al desierto, pero arrestaron a mi padre y decidí entregarme. Fui condenado a diez años. Me vendaron los ojos y me dejaron desnudo en una celda durante cinco días. Usaron todo tipo de tortura. Querían saber si estaba con el Frente Polisario, pero les dije que no.

Pasé un año y tres meses en la ‘Prisión Negra’ de El Aaiún. Los dirigentes del Polisario y organizaciones internacionales como Amnistía Internacional y Human Rights Watch llevaron a cabo campañas para que liberaran a todos los presos saharauis en Marruecos y consiguieron ejercer una gran presión sobre Marruecos. Yo fui uno de los doce saharauis que recibieron un indulto real en 2004.

Después de ser puesto en libertad me uní a los defensores de los derechos humanos y a un comité para proteger a los presos saharauis. Escribimos boletines de noticias, declaraciones, asistimos a los procesos de liberación y acogemos a observadores internacionales. Nos enfrentamos a intimidación de Marruecos.

En 2006 me detuvieron de nuevo y fui acusado de ser miembro de una organización ilegal. Me condenaron a un año y medio. Tras mi liberación he continuado mi trabajo aunque me acosan a diario. Me confiscaron mi pasaporte y, hace poco, incluso dos observadores de derechos humanos fueron expulsados de mi hogar. A veces siento que estaba más seguro dentro de la cárcel que fuera, al menos en el interior hay guardias, pero fuera [Marruecos] podría contratar a alguien para matarme.

Nuestra vuelta a la guerra será legal porque la comunidad internacional no desea resolver este problema y no es aceptable vivir con palizas, secuestros y asesinatos. Padecemos no solo la injusticia de Marruecos sino también el mutismo de la comunidad internacional. Acabaremos con este silencio el día que volvamos a las armas. Podría ocurrir esta noche.