Hace 40 años nacía en Francia una asociación de personas voluntarias que trabaja desde entonces por hacer efectivo el derecho a la salud de todas las personas, especialmente las más vulnerables, excluidas o víctimas de catástrofes naturales, epidemias, hambrunas, enfermedades, conflictos armados o violencia política. Hace 30 años, un grupo de personas con las mismas convicciones se asociaba en España.
El 2020 empezaba con buenas noticias: las organizaciones sociales que formamos Poletika, valorábamos positivamente las medidas de empleo, protección social y fiscalidad que contenía el pacto de gobierno entre los dos grupos políticos que lo firman. Consideramos que, de cumplirse, el pacto contribuiría a reducir notablemente la creciente brecha entre ricos y pobres en España.
Iniciábamos a la vez la conmemoración de nuestro 30 aniversario, haciendo hincapié en que nos gustaría celebrar nuestra desaparición porque significaría que todo el mundo ha conseguido la atención sanitaria que merece, que nadie más sobrevive en la cara B de la vida. Sabíamos, sin embargo, que, de momento, no podíamos permitirnos desaparecer y que seguiríamos combatiendo todas las enfermedades, incluida la injusticia. Si hace falta, durante 30 años más, porque la salud es lo primero.
Mientras el escenario internacional seguía su curso, y la población del Territorio Palestino Ocupado veía todavía más vulnerados sus derechos, abordábamos la inclusión de un enfoque de género en los proyectos de acción humanitaria: desastres naturales, epidemias y conflictos bélicos. Porque en una emergencia, mujeres y hombres no tienen los mismos riesgos, las mismas prioridades y tampoco las mismas capacidades de recuperación.
Y celebrábamos como cada año, el Premio Internacional de Fotografía Humanitaria Luis Valtueña.
Entonces, este año rompió nuestros esquemas y nos obligó a hacer en nuestro propio país lo que mejor sabemos: reforzar el sistema sanitario y proteger la salud de las personas.
Todos estos años hemos trabajado en España con las personas más vulnerables de nuestra sociedad, personas sin hogar, migrantes en situación irregular, mujeres en prostitución, consumidores de drogas; y fuera de nuestras fronteras, en diversas epidemias, como el ébola, donde aprendimos las técnicas de prevención y control de la infección. Siempre codo con codo con el personal sanitario local.
En 2020 y por el covid-19 nuestro sistema nacional de salud, tras años de recortes en su financiación, mostraba sus costuras, reventadas en algunos puntos, con su personal sobrepasado. Ofrecimos nuestras manos a las autoridades sanitarias para colaborar con el personal de salud, impartir formación y mejorar los protocolos de prevención y control de la infección (PCI), estableciendo circuitos seguros para pacientes y profesionales. Tanto en pleno ascenso de la curva y como en fase de desescalada, nuestro objetivo fue evitar contagios y hacer posible una atención más segura y humana. Lo hicimos en hospitales de la red pública y en residencias de personas mayores, el colectivo que ha sufrido más en esta epidemia, por la propia infección y por la soledad y aislamiento impuestos.
No nos olvidamos de quienes resultan más golpeados por todas las crisis y especialmente por esta.
Por primera vez hemos repartido toneladas de alimentos y ropa de abrigo, ante sus extremas dificultades para sobrevivir.
Con más fuerza que nunca exigimos la regularización de las personas inmigrantes, la protección de las mujeres víctimas de cualquier tipo de violencia, el derecho a un lugar adecuado en el que las personas sin hogar pudiesen pasar la epidemia; y el aumento de la ayuda humanitaria internacional, necesaria para poder hacer frente a las necesidades crecientes de las personas.
Hemos contribuido a resistir en España y también fuera de nuestras fronteras. Aquí y allí
Hemos seguido muy de cerca la evolución de la pandemia y hemos dado continuidad a nuestros proyectos en los 19 países donde trabajamos. También en otras emergencias, apoyando a la población de Sudán en las inundaciones que desarticularon su escaso sistema de atención sanitaria, y a la de Guatemala tras el ciclón que asoló parte de su país.
En coordinación con la Red Internacional de Médicos del Mundo, hemos estado y estamos presentes en 53 países, aumentando la preparación de las comunidades más vulnerables para limitar la propagación el virus y reducir su impacto, apoyando a sus profesionales de salud. Y todo ello con grandes dificultades sobrevenidas por la escasez de material de prevención debido a las dificultades de desplazamiento.
Resistimos, compartiendo el testimonio de quienes luchan sin descanso. La sociedad, las personas y las empresas se han volcado en solidaridad, han reconocido el esfuerzo y han aportado a nuestra causa en el momento en el que todas las personas nos hemos sentido vulnerables…A todas, ¡gracias!
Pero sobre todo hemos seguido aprendiendo
Hemos aprendido que para proteger la salud global es necesario garantizar la atención sanitaria a todas las personas que residen en un territorio. Que tolerar la desigualdad ayuda a la propagación de las enfermedades infecciosas. Que la anticipación y la preparación es el mejor sistema para hacer frente a necesidades masivas de atención. Que los sistemas sanitarios más equitativos, los que no dejan a nadie atrás, son los que mejor han resistido la peor crisis sanitaria de los últimos cien años. Esa es la mejor estrategia de salud pública. Y así lo hemos expuesto en la Comisión de Reconstrucción del Congreso de los Diputados, con la responsabilidad de haber sido la única ONG sanitaria que ha sido llamada.
Esta pandemia sigue y seguirá si entre las lecciones aprendidas no está reforzar la ayuda internacional y la protección a las personas refugiadas y migrantes, extremadamente expuestas. Si los países con sistemas de salud débiles, o casi inexistentes, no tienen acceso a las técnicas de diagnóstico, prevención y tratamiento, incluida la vacuna, la transmisión del virus y sus temidas mutaciones continuará, provocando un sufrimiento evitable. Estos bienes deben ser considerados un derecho de tod@s. Tratar un problema global con soluciones globales, nos pone en el camino de salida, dejando atrás esta epidemia o cualquier otra que se produzca.
Terminamos el año 2020 y encaramos el 2021 con esperanza. Con la esperanza de volver a las relaciones cercanas. Con la esperanza de construir un mundo más justo.
Hemos aprendido que para proteger la salud global es necesario garantizar la atención sanitaria a todas las personas que residen en un territorio.
Que tolerar la desigualdad ayuda a la propagación de las enfermedades infecciosas.
En Médicos del Mundo siempre vemos esperanza. Para ello, 100 directores de los 5 continentes se unieron a decenas de personas voluntarias que vivieron en primera línea historias de superación con el resultado.